viernes, 29 de agosto de 2014

En defensa del género epistolar

Es obligatorio, según las bases, que el texto sea manuscrito para participar en el concurso de cartas de amor de Cobisa. Fue una de las cosas que me llamó la atención para presentar la mía. Los promotores del certamen explicaron al anunciar la convocatoria que, a pesar de las dificultades que esa circunstancia añadía al jurado en su labor, es también una manera de reivindicar el género epistolar en toda su extensión.
En efecto, la difusión de 'Por si mañana' en las redes sociales, tiene relación directa con el hecho de que la carta esté escrita a mano
Pertenezco a la generación que ha sido testigo del declive y, prácticamente, de la desaparición de cartas como aquéllas que escribía mi abuelo ("... que al recibo de la presente sigáis bien, por aquí bien gracias a Díos...") a parientes a los que no veían en años, o a sus propios hijos que habían tenido que emigrar al lejano Madrid en busca del futuro que les negaba su pueblo de Cuenca. Entonces las cartas anunciaban noticias que seguramente habían ocurrido semanas atrás, incluidas inundaciones, fallecimientos, partos...Pero más allá de la distancia y el tiempo, las cartas tenían ese poso de lo trascendente, el valor de lo duradero, de lo que queda por escrito en una hoja que no se iba a una papelera sino que pasaba a formar parte, en muchos casos, de una colección. No es extraño el afán por acertar en lo que se decía y cómo se decía porque, entre otras cosas, eran obras muy dadas a la relectura e incluso al análisis familiar. Las cartas eran algo muy serio; el bálsamo del soldado en el frente o de la sufrida novia durante el servicio militar de los quintos, de la madre del exiliado, del emigrante... 
Escribo esto mientras mi hijo 'whatsappea' con velocidad frenética. Él no entendería aquél concepto de la información en diferido -con perdón- ni mi abuelo este modelo de la inmediatez absoluta. Supongo que en virtud de esta generación a la que pertenezco entiendo el avance y me sumo a él gustoso. Aunque no me importaría que en ocasiones recuperásemos el valor de lo escrito, la importancia de lo que contamos. De esa manera, por ejemplo, no tendríamos que leer en el grupo de 'padres y madres' de los compañeros de clase de mi niño el 'buenos días' -con emoticono incluido de carita sonriente- de uno de sus selectos miembros. 
Todo este preámbulo para colocar aquí un texto en el que aún llega mucho más lejos el valor de una carta. Uno de esos textos que ahora ando rebuscando en el baúl de los recuerdos, que se publicó en la 'Antología Orola 2012 y  que -en un alarde de originalidad- titulé 'La Carta'  

      La  carta
Se sentó en su viejo asiento de mimbre, cerca de la lumbre. En el bolsillo del delantal llevaba el sobre; sacó con cuidado exquisito el papel amarillento y lo desdobló con mimo, como con miedo a causar daño a semejante tesoro. Se colocó las viejas lentes de pasta y apenas movía los labios cuando leía muy despacio aquellas cuatro líneas:
 “Querida Julia:Me quitan la vida que es lo único que pueden quitarme. Pero todo lo demás me lo llevo. No les odies y no dejes que nuestros hijos lo hagan. Me marcho tranquilo porque se quedan en las mejores manos. Gracias por hacerme feliz todos estos años. Sabes que te quiero”.
Una lágrima volvió a resbalar por los surcos de aquella piel curtida por el dolor mientras yo, en silencio, contemplaba el ritual que mi abuela había repetido, cada día, durante 52 años.


Pd. Por increíble que parezca y a pesar de mi torpeza informática en apenas 20 días he conseguido habilitar los comentarios en el blog. No os cortéis.














sábado, 16 de agosto de 2014

Hablemos del amor


Estos días de pasión y efervescencia emocional me están deparado momentos memorables, reencuentros inesperados, descubrimientos felices, sueños renovados, insomnio ocasional y unas cuantas sorpresas. Una de ellas, lo confieso, es adentrarme de nuevo en historias que fui escribiendo en otros tiempos.
No me sorprende (porque siempre fue así) que no me guste casi nada de lo que escribí. En todo caso, lo sorprendente es que hayan sobrevivido entre los archivos de word viejos relatos, microrrelatos, más cartas y hasta algún poema (qué osadía) que bien pudieran haber acabado, como la gran mayoría, en la papelera de reciclaje. 
Pero sucede ahora otro fenómeno casi insólito y provocado, sin duda, por los efectos de 'la carta'. El gusto por escribir viene de lejos, pero el interés por compartir es nuevo. 
Tampoco 'Por si mañana' recibió mi crítica favorable una vez entregado el sobre con el texto en la Biblioteca de Cobisa. Sin embargo, todo lo que ha ocurrido después -junto al impulso de algunas personas cercanas- me han hecho cambiar la perspectiva y ahora pretendo abrir ese cajón tan personal para que cualquiera pueda rebuscar en él y, con un poco de suerte, encontrar alguna frase, algún personaje o alguna vivencia que merezca la pena. En ello estamos. Espero que sea cosa de la edad y no del gusto por el elogio repetido que estoy disfrutando estos días. 
A estas alturas del texto es posible que alguien haya reparado en el título. En un ejercicio que va en contra del criterio elemental periodístico, dejo para el final la explicación que tiene que ver con la mayor de las sorpresas que me deja la relectura de 'mi obra'. Es evidente,al menos en mi caso, que se escribe mejor -mejor dicho, que se escribe- en los picos anímicos, sobre todo en los bajos. En lo que no había reparado hasta ahora es en la temática. 
El asunto capital es, como en la carta, el amor. Vamos, que me doy cuenta ahora (esta es la sorpresa principal) que me he pasado la vida escribiendo sobre el amor. En todas las dimensiones (las mías, claro) posibles y en las imposibles. Todas ellas tan ciertas como la literatura, como la vida misma y, en ocasiones, más allá de la muerte. Amor eterno o eterno desamor, según las circunstancias.
Tampoco es extraño si lo pensamos bien. Al fin y al cabo -ya lo dijo mi idolatrado Raphael- es "toda la verdad de nuestras vidas". 










lunes, 11 de agosto de 2014

El detonante

De los motivos por los que nace este blog


Este blog podía haber nacido hace mucho tiempo o no haber nacido nunca. Supongo que, como para tantas otras cosas en la vida, hace falta un detonante. En mi caso es el que da nombre a este espacio de reflexión en el que solo pretendo (al menos eso creo) compartir experiencias.
'Por si mañana' es el título del texto con el que he ganado el concurso de Cartas de amor de Cobisa (Toledo); pero con ser importante el premio y la ilusión de ganar, ese texto breve se ha convertido en un auténtico acontecimiento personal, una catarata de emociones que en ocasiones (lo reconozco) llega a desbordarme.
Por un lado está el vértigo que provoca saber que decenas de miles de personas en todo el mundo están leyendo ese texto que yo escribí. Por otro, el de comprobar que en la inmensa mayoría de los casos la reacción más repetida es la que -imagino- cualquier artista (pintor, músico, actor, escritor....) desea provocar con su obra: la emoción. Esa, supongo, es la razón por la que muchos de ellos responden al impulso de compartir eso que acaban de leer.
Ha sido realmente sorprendente el efecto multiplicador de las redes, aunque también debo asumir que ha sido imposible frenar la difusión de mi relato como si se tratase de la carta que un enfermo de alzheimer escribió a su esposa en un momento de lucidez. Nunca tuvo más intención que la literaria. Literatura nada más, nada menos.
He tenido un acercamiento directo e inesperado a eso que llaman 'viralización' y debo decir que, por un lado, es inevitable un cierto morbo al comprobar como se extiende por las redes la imagen de aquellas líneas que puse un día sobre el folio en blanco (aclaro en este punto que el texto está escrito a mano porque así lo establecían las bases del concurso). El otro efecto inevitable -al menos en mi caso- es una cierta frustración porque aquello que has creado se difunda sin más, de manera descontrolada, sin dejar constancia de que se trata de un texto literario y -por qué no decirlo- sin citar al autor.
En todo caso, ha sido muy gratificante percibir la sensación general de aquellos que primero creyeron estar leyendo la carta escrita por un enfermo y después han sabido que se trata de un texto literario. En la inmensa mayoría de los casos que he conocido, lejos de quitárselo, le dan aún más valor a la emoción que sintieron al acercarse por primera vez al texto.
Un tuit definió muy bien la esencia de la cuestión al señalar que el autor escribió la carta "desde la piel de un enfermo" y que su lectura le había hecho "llorar a mares". Creo que no hay mejor respuesta para los que cuestionan si se trata o no de un texto real. Pocas cosas tan reales y ciertas como la literatura. Este es el ejemplo. Como ciertos y reales son también los testimonios de todos aquellos que dicen haber visto en la carta el reflejo que en algún momento han percibido en un ser querido.
Mentiría si dijera que la intención primera era esa, pero a la vista de la repercusión y el efecto causado me agrada y mucho que mi carta sirva como sincero homenaje a los que padecen la enfermedad y testimonio de admiración hacia todas las Julias que cuidan de ellos.
'Por si mañana' ha sido detonante pero pretende ser también una declaración de intenciones, una filosofía que confío en saber aplicar -por lo menos- en este blog y que consiste en no dejar guardado aquello que tengamos el impulso de contar y que, ¿quién sabe?, mañana tal vez no pueda, no quiera o no venga a cuento decir.
Desde el respeto, con el alma de periodista como estandarte y sin más vocación que la de contar y comentar las cosas que pasan, o aquellas que ocurren en esa realidad incuestionable que es la literaria.
Así, un 10 de agosto de 2014, proclamo públicamente el nacimiento de este blog que he dado en llamar 'Por si mañana' y doy por bienvenidos a todos los que alguna vez os paséis por aquí.

Jesús Espada